
En el otro lado de las cortinas acechan las moscas. Hace tanto que no inicio un texto . Moscas. Hace tanto que no voy frenético sobre la tinta, sobre el metal aleado por desconocidos. La razón. Todo en mi contiene un significado, un calambre en la muñeca, la muñeca que no escribe, suerte de diestro. Nunca sentí el cuerpo, no evite llorar en un cuarto sucio, aunque jamás lloré conmovido por un alejamiento, siempre he sido el de la mirada fija, la opción no confiable, la indecisión de los otros.
La confianza la encuentro en sus pasos, en el mínimo y máximo rincón de una Olivetti que puede borrar a propósito.Confianza y capacidad heredada es suficiente.
Incito una sorpresa momentánea, un momento preciso para entrar y hundir en agua, pero nadie entiende. Aciago el final de una carrera sin sentido que roza el infinito, pseudos que no salen del ciclo ni del siglo, que no conciben otro medio para llegar que no sea la copia, nada que ver con la influencia. Como las moscas que sólo frotan sus patas, una y otra vez, como quien afila estupideces, ustedes entienden. Lo trivial es lo que la reina siempre me enseña a exaltar, que importante un cuello de blusa ajado por la razón omnipotente de desconocer, preguntar y reír.
Hace tanto que no escribo, tan sólo dibujo cosas no respetables pero pregnantes, diferenciales, todos buscan algo así, casi algo temido, paupérrimo, aceptado en el teatro. Poco sabrán de algo, de mí, de algún donde, pobre el sueño invadido por partículas de un magenta, muerto que tiende la cama. En el azulejo sobrante en el patio de esta casa una araña se asusta frente al amor, frente a una mujer preciosa con pie material en la mano.El tiempo pasa en vano. Es tan bella.
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