
En la fábrica comercian mis sueños, mi lealtad de vívido tocador de puertas, vívido el texto que no te deja imaginar. El jolgorio es un parque no cerrado, la diversión de subir a la montaña del rojo socialismo, de ese Octubre con carril, eso, y comer comida del Oriente , una salada y una dulce, pero después de jugar. También hay juegos en los que es asequible fumar, los circulares y lentos, cualquiera menos los coches que se cargan del techo para pagada colisión.
Abstraer es libertad, la figuración del Nirvana, como reconocer, reconocer, reconocer, no lo leas ni releas, desleelo, la doctrina de la trivialidad. Pegarte en las capicúas es libertad, eso y la comida de Cantonia, una salada y frita.
Cabo Culebras, racimo de demonio, lugar y no lugar. Trabajo en lo visual deseando ser ciego, pero aún necesito ver para trabajar en lo no visual, en los puntos sin las íes venidas de pantone desconocido, insignia de ultravioleta. Prefiero alacrán a escorpio pues un escorpio sabe que es fácil crear capicúas con números, en cambio un alacrán piensa muriendo.
No importa cuanto oro hay en la mina, importan las personas que caminaron sobre el mineral sin considerarlo, nadie quiere enfermar, caer en clínicas o postas frente al radar de humanos. No importa su finalidad sea falsa o verdadera, y menos su eje, lo que gira sobre ese punto no avanza, energía perdida en la nada que aún se minimiza. Mejor ser ojo rodador en un laberinto simple, rapar el pasillo, dos puertas con exteriores solos.